sábado, 15 de noviembre de 2014

"Dese prisa letrado!"

- Dese prisa letrado -, le decía la juez al abogado novato, minutos después de darle el atestado.
Mientras, el novato bajó al calabozo a hablar con el detenido.
Tenía los conceptos claros y sabía bien como defender a su cliente, sin embargo, tenía la impresión de ser el único al que realmente le importaba que se hiciera bien el trabajo.
No tenía la prisa de los funcionarios o de la propia juez por irse a casa.
Este "mindungui" era el último en el frío calabozo y todos querían acabar ya.
Todos menos el novato querían salir del juzgado de guardia. Pero él, aun tenía en su mente ese ideal de la justicia.
El novato no, porque después de tres horas mirando la pared hasta que, por fin, le dieron la copia del atestado, ya no tenía prisa.
Su familia ya se había comido la paella del domingo y al novato ya le daba igual estar un rato más en el juzgado.
Él sólo quería lo más beneficioso para el "mindungui", porque era uno de sus primeros " mindunguis", y aún no era víctima de la desgana y la desidia fruto del desprecio al abogado de oficio.

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